Uno para todos; todos para uno

704_47690090986_571440986_1759533_4915_n

Autor: Mikel Polo

Tras finalizar mi primer periplo por tierras tarragoninas sumergido en un proyecto de basket femenino, el Club Bàsquet Morell, afincado también en la provincia de Tarragona, me ha brindado la oportunidad de volver a disfrutar del baloncesto masculino dos años después. Se da el caso de que las dos únicas temporadas en las que tuve la ocasión de dirigir equipos sénior masculino a nivel autonómico se saldaron con sendos ascensos a Primera División Nacional, y afrontaba la tercera experiencia con grandes dosis de optimismo e ilusión.

La Junta Directiva del club me encomendó el objetivo de conseguir re-enganchar a un pueblo que acostumbra a acudir en masa a apoyar al equipo, -algo meritorio teniendo en cuenta que el municipio apenas alcanza el número de 3.300 habitantes-, y que había visto que en las últimas fechas la plantilla no transmitía buenas sensaciones y no acababa de responder en pista con la actitud que requería la situación. Los resultados quedaban en un segundo plano y la única “exigencia” era no pasar excesivos apuros para mantener la categoría. La prioridad era transmitir valores, construir un equipo con carácter, manteniendo el bloque de jugadores de temporadas pasadas.

Lo cierto es que la primera parte de la temporada no ha podido ser más positiva. Tras perder el segundo partido de liga en un nefasto debut ante nuestro público, y tras el consiguiente toque de atención, el equipo acumula ya diez victorias de forma consecutiva, y es co-lider con once victorias y una sola derrota. El equipo, que no pierde desde el 22 de septiembre y está invicto a domicilio, ha ganado en capacidad de trabajo, en humildad, en carácter competitivo, en madurez y en capacidad de superación.

Time out

Hace dos semanas jugábamos ante nuestro público uno de esos grandes partidos que acostumbran a marcar una temporada. En frente teníamos al temible C.G.U. La Palma, llamado a ser el “coco” del grupo junto al Sitges, y que venía de haber derrotado precisamente al líder, hasta entonces invicto. Sabíamos que de ganar daríamos un salto cualitativo en nuestras aspiraciones de conseguir uno de los dos pasaportes directos para jugar la próxima temporada en la Primera Categoría Catalana.

El partido respondió a las expectativas generadas y fue muy duro e igualado hasta mediados del tercer cuarto, en el que los visitantes llegaron a colocarse seis puntos arriba. Llegó entonces uno de los momentos mágicos del año y con una reacción extraordinaria conseguimos endosar a nuestro rival un parcial de 36-3 en diez minutos que nos llevó a conseguir una máxima diferencia de 27 puntos a mediados del último cuarto, para terminar ganando por 80 a 63.

Así las cosas, jugadores, entrenadores, directivos y aficionados abandonamos el pabellón felices, con la satisfacción de haber crecido y madurado mucho, sin olvidar la trascendencia del logro a nivel resultadista. No obstante, he de decir que no es el hecho de ganar lo que entusiasma a nuestra gente, sino el modo de ganar.

Ya sea por mi carácter extremadamente autoexigente, o la presión que me impongo a la hora de asumir mis responsabilidades, la satisfacción por la buena dinámica de resultados se tiende a evaporar en cuestión de horas, para dar paso a la preocupación sobre lo que le depara al equipo en el futuro, tanto a corto como medio y largo plazo; la atención se distribuye entre los errores que se han de corregir, las necesidades individuales y colectivas del equipo para mantener e incluso mejorar la solvencia en el juego… Hay quién dice que todo lo que sube baja y la lógica dice también que cuanto mas arriba estés mas dura será la caída, por lo que la responsabilidad y la presión para un entrenador en este tipo de situaciones tan positivas debe ser muy importante.

No obstante, tras aquel famoso partido contra La Palma hubo dos o tres detalles que me volvieron a demostrar que en ocasiones el trabajo individualizado dentro de un grupo es la clave para que el equipo respire mejor y rinda al límite de sus posibilidades. Hacer sentir importante a cada una de las piezas de un puzzle, dentro del rol que desempeñan y en el sitio que les corresponde, es lo que en gran parte permite que dicho puzzle encaje perfectamente y que luzca en todo su esplendor.

Una vez terminado el partido, uno de los jugadores veteranos del equipo que esta temporada está recuperando su mejor nivel yendo de menos a más y siendo precisamente una de las piezas clave en la victoria contra La Palma, recibió vítores por parte de varios seguidores del club a la salida del pabellón: “Este es el jugador que queríamos ver”, “hoy hemos visto tu mejor versión”, o “este año si que nos estás haciendo disfrutar” fueron algunas de los halagos que recibió. Escuchar estos comentarios me hizo sentir partícipe de un logro particular, pero mi satisfacción fue mucho mayor cuando dicho jugador me señaló en público diciendo: “Agradecérselo a Mikel. Se lo debo todo al mister”.

En la cena de celebración por cortesía del club fueron varios los jugadores los que me expresaron su felicidad a nivel personal y colectivo, y ya fuera con palabras o gestos, me agradecieron mi grado de implicación en el cambio que habían experimentado tanto a título personal como colectivo. En aquellos momentos me di cuenta que en ocasiones, a la hora de dirigir un equipo cuyo rendimiento a corto plazo es excesivamente dependiente de los resultados, nos centramos en demasía en el colectivo y nos olvidamos de la formación individualizada, ya sea a nivel físico-técnico-táctico, ya sea a nivel psicológico, a la hora de pulir aspectos mentales como la confianza en uno mismo.

CB Morell

CB Morell

Son esos momentos emocionales los que te hacen recordar que un colectivo está formado por individuos, que por encima de los jugadores están las personas y que su felicidad y nivel de satisfacción es un ingrediente esencial para que a nivel colectivo el equipo consiga superar retos. Ganarse la credibilidad de todos y cada uno de los jugadores supone un paso de gigante para que un entrenador pueda desempeñar su trabajo de forma exitosa, aunque para ello se debe emprender primero el camino inverso, y transmitir confianza y fe ilimitada hacia el grupo, transmitir que crees en todos y cada uno de los juagdores. Decir que esa fe es recíproca es garantía de éxito. Uno para todos, todos para uno.

Comparte este post si te ha gustado:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *

*

* Copy This Password *

* Type Or Paste Password Here *