La misión del árbitro

Fernando Garzón

Autor: Fernando Garzón, Comisario FIBA

Aunque es cierto que no suelo frecuentar muchos foros dedicados al baloncesto, sí es cierto que estoy registrado en alguno y que de vez en cuando me paso para echar un vistazo a lo que se ‘cuece’, principalmente en el baloncesto bizkaino. Siempre que me encuentro alguna duda de reglas, intento aportar un granito de arena que permita entender mejor algunos puntos del reglamento, tan espeso en ocasiones. Esto me permite comprobar las grandes diferencias de entendimiento de las reglas que dirigen nuestro deporte. Por eso, aprovechando la oportunidad que me brinda hoy Bisaski, me gustaría hablar un poco sobre el papel del árbitro, cuál es su misión en el terreno de juego, profundizando en una serie de conceptos habituales en la labor arbitral y que a menudo no son bien entendidos por los jugadores o entrenadores. Para ello, qué mejor forma que intentar desgranar todo lo que pasa por la cabeza del árbitro durante un partido, un engranaje que debe ir asimilando desde que empieza y que nunca se termina de dominar del todo, pues siempre se aprende algo nuevo.

Cuando tengo la oportunidad de coincidir con un grupo de árbitros FEB, ya sean del grupo 1 (LEB-LF) o del grupo 2 (EBA-LF2), sé a priori qué conocimientos han de tener o, al menos, se presupone que deben haber adquirido, porque  participo de una manera u otra en su seguimiento. Sin embargo, cuando los árbitros pertenecen al Grupo 3 (aquellos encargados de dirigir las competiciones autonómicas o interautonómicas organizadas por las respectivas Federaciones Autonómicas) en su mayoría son árbitros que no conozco y con los que no he tenido el gusto de trabajar con anterioridad.

En una reunión que mantuve con algunos árbitros hace poco, tuvimos una charla a mi entender muy provechosa, en la que departimos sobre lo que es arbitrar, qué implica, las maneras de realizar nuestra labor de la mejor manera posible. Y en ella salieron términos de uso cotidiano en el mundo del arbitraje, relacionados entre sí, términos que nos resultan conocidos, que escuchamos día tras día, que definen  aspectos del arbitraje entendido como un todo conceptual y contextual.  Voy a intentar transmitir esa idea global en las próximas líneas, con la idea de que sirvan de reflexión, de punto de partida para una exploración más personalizada.

esquema 1

El árbitro dispone de dos manuales básicos: las Reglas de Juego y el Manual de Mecánica. Lo primero que vemos en ellos, obviamente, es una serie de conceptos, de ideas, de pautas, de reglas, de leyes: la LETRA. Pero si profundizamos en esa letra, si pasamos a la siguiente fase, si sentimos la curiosidad innata a todo ser humano, llegaremos a la pregunta fundamental: ¿Por qué? ¿Cuáles son las razones de esas pautas, de esas reglas, de esos artículos? ¿Por qué se crearon y por que han ido modificándose con el paso del tiempo? ¿Qué buscan, qué intentan? Es decir, si respondemos a estas preguntas, llegaremos a la esencia: el ESPIRITU.

Como es lógico, toda actividad social ha de estar regida por unas normas, unas normas que sirvan para delimitar dicha actividad, pero no como algo únicamente prohibitivo (esto se puede hacer, aquello no se puede hacer), sino también y principalmente, como guía que marque el camino a seguir, como nexo de unión entre todos los participantes, de modo que se erijan en el mismo idioma para todos.

Una vez comprendido esto, hemos de ser capaces de conjugar la letra y el espíritu, de conocer el juego no sólo por lo que dice el reglamento, sino sobre todo ser capaces de sentirlo, de vivirlo, de comprenderlo. Saber qué intentan los jugadores y entrenadores, las razones de sus movimientos, de sus tácticas, de su esfuerzo. Solo así podremos LEER EL JUEGO, que no es otra cosa que saber, como árbitros,  qué está ocurriendo en cada momento, las fases por las que atraviesa un partido, las razones por las que se juega de determinada forma y otros aspectos.

Esquema 2

A la hora de leer el juego, repito, desde el punto de vista arbitral, hemos de conjugar una serie de aspectos fundamentales. Cuando observamos lo que está ocurriendo sobre la cancha, tenemos que analizar una serie de factores. Una buena lectura de juego nos permitirá ser dominadores de la situación, porque sabemos qué tenemos entre manos, sabemos lo que estamos haciendo. Para tal fin, hemos de conjugar los conceptos (la letra revestida de espíritu) con diferentes perspectivas. ¿Por qué un equipo presiona / defiende en zona / mete balones a los pivots / etc? ¿Dónde pueden estar los puntos de conflicto dependiendo del juego desplegado? ¿Protegemos y fomentamos la creatividad, el juego limpio, el esfuerzo legítimo? ¿Realmente somos conscientes de que  atacantes y defensores forman parte de un mismo partido, cada uno con una finalidad propia? En resumidas cuentas, ¿hacemos todo lo que está en nuestras manos para que lo que se vea en la pista sea el mejor baloncesto posible?

Esquema 3

Si comprendemos lo qué está ocurriendo en la pista, solo así, podremos seleccionar adecuadamente. Arbitrar no es hacer sonar un silbato. Arbitrar es decidir, y la decisión puede ser intervenir, detener el juego o, por el contrario, dejarlo continuar. Hay dos tipos de infracciones: faltas o violaciones. Y en ambos casos, tenemos que aplicar el principio de ventaja/desventaja. ¡Cuántas veces habremos escuchado esto! Ventaja/desventaja. Pero ¿qué significa? Ni más ni menos que, partiendo de una correcta lectura de juego, seamos capaces de identificar aquellas infracciones leves sin incidencia en el juego, infracciones que pueden quedar sin señalar. Pero siempre partiendo de una buena lectura de juego, es decir, de ser capaces de comprender qué está ocurriendo  en la pista y todos los aspectos que hemos mencionado anteriormente. De esta manera, lograremos que el arbitraje y, por ende, el partido de baloncesto, sea algo equilibrado, sin fisuras, lógico, respetando la letra y, sobre todo, el espíritu, la creatividad, el juego limpio, la intención pura de esforzarse por un fin.

Esquema 4

Y esta balanza tiene dos platos: en uno, el control del partido. En el otro, la fluidez del juego. Esta es la misión del árbitro: conducir un partido de modo que se dispute con la mayor fluidez posible pero siempre de manera  que esté controlado. Lógicamente, control sin fluidez (o viceversa) no sirve de nada. Para que un partido sea fluido basta con no sancionar. Pero claro, estaría descontrolado. Y para que un partido esté controlado basta con sancionar cualquier infracción que se produzca. Pero ¿dónde quedaría la fluidez? Es en ese equilibrio donde radica el secreto de un buen arbitraje. Es de ese equilibrio de donde debe nacer la línea de arbitraje.

Esquema 5

Línea de arbitraje que se establece desde el salto inicial, marcando desde el inicio la pauta de lo que es legal y lo que no, lo que se puede realizar dentro de la letra y el espíritu de las reglas y lo que queda fuera de ellos.  De nuevo, no se trata de prohibir por prohibir, sino más bien de guiar, de marcar un camino que seguir, de modo que los participantes tengan claro desde el minuto 1 a qué atenerse. Una línea de arbitraje que se adapta al juego, al partido, que lee correctamente y sabe qué ajustes son necesarios en cada momento, ajustes que no suponen grandes cambios de rumbo, sino únicamente una adaptación al momento concreto por el que discurre el encuentro. Una línea que es coherente con el deporte y los deportistas, que tiene lógica, sentido común y uniformidad. Una línea que transmite credibilidad en la labor arbitral, que sabe transmitir autoridad sin autoritarismo, porque entiende el partido. Una línea de arbitraje única, que emana de un único equipo arbitral, no de dos arbitrajes individuales. Una línea de arbitraje que se prolonga más allá de ese partido concreto para servir de nexo a todos los encuentros de una competición

Como siempre, la colaboración de todos los participantes es fundamental para un buen devenir del partido. Pongamos todo de nuestra parte y trabajemos con ASERTIVIDAD: respetar los derechos de los demás pero haciendo que se respeten también los nuestros, sin agresividad.

“Yo respeto vuestro trabajo, respetad vosotros el mío.

Yo comprendo vuestro esfuerzo, comprended vosotros el mío.

Yo acepto vuestra tensión, aceptad que yo también tengo la mía.”

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