Un verano diferente

Fernando Garzón

Por Fernando Garzón, comisario FIBA

Normalmente, para un técnico arbitral, los meses de julio y agosto suponen un paréntesis que permite desconectar un poco del ajetreo de la temporada. Sin embargo, este verano 2014 ha sido algo diferente. Por un lado, el hecho de que se publicase un nuevo reglamento y sus correspondientes interpretaciones, implica que hay que traducirlo todo de forma que esté disponible a principios de agosto como muy tarde para que todos los implicados dispongan del material cuanto antes.

Pero lo que realmente ha sido diferente para mí este verano ha sido el hecho de que FIBA Europa haya considerado que, tras dos temporadas actuando como comisario en competiciones de clubes (Eurochallenge Masculina, Euroliga y Eurocup femeninas), haya decidio que ya era el momento de dar el salto a competiciones de selecciones nacionales. Como consecuencia, agosto concretamente ha sido un mes muy distinto a lo que había sido hasta este año.

Ya en marzo me llegó la noticia de que había sido designado para actuar en el Eurobasket Masculino Sub16 división B, a celebrar en Macedonia a finales de agosto. Sobra decir que nunca había estado en dicho país, aunque sabía que perteneció a la extinta Yugoslavia y que estaba muy cerca de Grecia. Este último hecho y las fechas del campeonato encendieron las alarmas. Como ‘buen’ vasco, el calor es superior a mis fuerzas. Creo que eso es lo primero que pregunté a alguien que ya había estado allí. Su respuesta fue: ‘¿Calor? Bueno… rondará los 40º en la calle, en los pabellones más.’ Pues empezamos bien…

El siguiente paso fue buscar la manera de llegar a Macedonia, ver qué aeropuertos había cerca de Strumica (la localidad donde se jugaban los partidos) y, tras comprobar que el aeropuerto de la capital, Skopje, estaba bastante al norte, opté por aterrizar en el más cercano aeropuerto de Tesalónica, porque además el vuelo, con trasbordo en Atenas, resultaba más económico. Una vez que todos los preparativos estaban resueltos, solo quedaba esperar a que llegase el día.

Pero allá por el mes de mayo me avisaron de que antes de dicho campeonato, me habían designado otro partido, en este caso un partido del pre-Eurobasket masculino 2015, entre República Checa y Portugal, en una localidad cercana a Praga. Tocaba organizar otro viaje, en este caso sencillito pues hay vuelos directos Madrid-Praga.

El 12 de agosto aterricé en Praga y desde allí los responsables de la Federación Checa me llevaron a Nymburk, donde se encontraba nuestro hotel. Allí me reuní con los tres árbitros, un serbio, un macedonio y un israelí. El protocolo en estos partidos marca que hay que llegar el día anterior al partido al hotel, a la hora de la cena como muy tarde. Al día siguiente, se desayuna a las 9.30. Posteriormente, los árbitros suelen dar un paseo por la ciudad mientras que el comisario tiene que acudir al terreno de juego a revisar las licencias, las instalaciones, los uniformes de calentamiento y de juego, etc. Tras la comida, llega el momento de la siesta para estar plenamente descansados en el partido.

El partido en sí no tuvo mucha historia dada la clara superioridad del combinado local. Tras la cena en una pizzería regentada por un macedonio, que nos trató de cine, hora de acostarse y de emprender el viaje de regreso a la mañana siguiente.

En lo que respecta al campeonato sub16, el viaje de ida fue un tanto pesado. Salida de Madrid a medianoche, llegada a Atenas a las 5 de la mañana, 3 horas de trasbordo y, tras llegar a Tesalónica, casi dos horas de viaje en coche hasta Strumica. Llegué al hotel a eso de las 11 del mediodía, almorcé algo, y pegué una cabezadita hasta la hora de la reunión con los jefes de las delegaciones para los rutinarios controles de licencias y uniformes.

En el torneo, 22 equipos peleaban por lograr alguna de las tres plazas que dan derecho la temporada que viene a disputar la división A. Para dirigir el torneo, 30 árbitros, 4 comisarios y 2 instructores, en dos pistas en las que se disputaban 5 partidos al día.

El trabajo diario consistía no solo en dirigir los partidos, sino que los árbitros también debían ejercitarse a las 8 de la mañana, con un poco de carrera continua y unos estiramientos. Posteriormente, a las 9.45, reunión técnica, en la que los instructores dirigían y comentaban una serie de jugadas del día anterior, en forma de debate abierto en la que todos, árbitros, comisarios e instructores participábamos.

En lo que al trabajo de los comisarios respecta, se nos designaban alternativamente 2 o 3 partidos por día. En la fase final, actué en los dos partidos de semifinales (Israel-República Checa y Montenegro-Inglaterra) en los que Israel y Montenegro consiguieron el pase a la final y, consiguientemente, 2 de las 3 plazas de ascenso. El último día fui nominado para el partido por el bronce, en el que Inglaterra consiguió el último billete hacia la división A.

En el aspecto personal, he de decir que el grupo humano fue extraordinario. Cuando recibí la designación allá por el mes de marzo, comprobé que no conocía a ninguno de los asistentes. Pero una vez acabado el campeonato, me he vuelto a casa con un buen número de amigos, personas que aman el baloncesto, el arbitraje, cercanas y comprometidas con su trabajo, no solo entre el grupo de árbitros, comisarios e instructores, sino también entre los oficiales de mesa, miembros de la organización e incluso componentes de los equipos.

Y así, el 31 de agosto volví a casa, deseando volver por unos días a la rutina pero con ganas de repetir la experiencia, eso sí, en algún sitio menos caluroso.

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